sábado, 28 de enero de 2012

¿Es justo llamarlo justicia?


Hace años, durante un trayecto en coche conducido por otra persona, vi por el retrovisor que teníamos a uno de esos delincuentes que para hacerte saber que te quieren adelantar, se colocan a una distancia de tu vehículo directamente proporcional a su capacidad intelectual. Como estábamos adelantando por el carril más a la izquierda, y por si no se había dado cuenta, se lo comenté al conductor de nuestro vehículo, a lo que me espetó: "Yo voy a al límite de velocidad permitido, no tengo porqué apartarme". Como sólo me quedan algunos conocimientos básicos de las Leyes de Circulación y tampoco me llevaba muy bien con él, preferí dejarlo ahí.

Al día siguiente, mismo trayecto, conductor y acompañante. Pero esta vez la escena se produjo a la inversa. Estábamos detrás de otro vehículo que estaba adelantando y la última vez que miré el velocímetro pasaba sobradamente el límite permitido. Mi "compañero", por llamarlo de alguna manera, soltó entonces un retórico "¡¿a qué coño esperas para apartarte, capullo?!".

Sirva esta anécdota introductoria como ejemplo de que, en la mayoría de los casos, la gente juzga lo que está "bien o mal", o lo que es "correcto e incorrecto", de forma diferente según si son "los que quieren adelantar o los que van a ser adelantados".

El hecho de que su juicio esté en función del lado en que se encuentren indica, de forma inexorable, que no ha sido procesado usando la objetividad y/o imparcialidad.

Supongo que la mayoría estará de acuerdo conmigo en que cualquier individuo debería emitir sus juicios observando en todo momento esos dos principios. Esta premisa alcanzaría su máxima cuando el individuo ejerce la profesión de juez.

Explicado de una forma extremadamente simplificada, el Poder Legislativo que forman las Cortes Generales (el Congreso de los Diputados y el Senado), mediante los políticos elegidos por el pueblo (en un sistema democrático auténtico), acuerdan y crean unas leyes cuya transgresión el Poder Judicial (jueces y magistrados) se encarga de juzgar y condenar.

¿No sería entonces lógico asumir que, exisitiendo unas leyes establecidas, cualquiera que fuera el juez que dictara sentencia deberíamos obtener una misma conclusión?

Pues como todo el mundo lamentablemente sabe, no es así. Resulta que existen lo que se denominan jueces/magistrados de carácter progresista o conservador. No sólo existen, sino que son impasiblemente aceptados. ¿No son acaso ambos apelativos totalmente opuestos a lo que representa la objetividad y/o imparcialidad que anteriormente hemos supuesto a una persona con la profesión de Juez?

Está claro que el Poder Judicial sufre de corrupción crónica desde los cimientos, pero ¿quién va a juzgar a los jueces? ¿y a los jueces de los jueces?